Creer en un universo creado por Dios —ya sea que lo imaginemos como un hombre barbudo tal cual muchas religiones lo representan, o como simuladores emulando nuestra realidad— es fundamentalmente diferente a seguir una religión organizada.
Por un lado, no podemos verificar si Dios existe. Como la descripción típica de Dios inherentemente involucra a un ser que trasciende nuestra realidad material —existiendo fuera del espacio, el tiempo y las leyes físicas— carecemos de cualquier acceso a tal campo. Por otro lado, tenemos evidencia histórica clara de que el Catolicismo, el Cristianismo, el Islam y todas las demás religiones documentadas son construcciones humanas. Sus escrituras, doctrinas e instituciones fueron creadas, editadas y formalizadas por humanos a lo largo de los años.
Aunque no podemos invalidar las experiencias subjetivas que (supuestamente) llevaron a creyentes genuinos a la fe en los dioses descritos por estas religiones, podemos afirmar que no existe evidencia validada que respalde sus afirmaciones específicas.
Con respecto a las organizaciones religiosas en sí, la evidencia histórica muestra que algunas tenían razones claramente premeditadas para usar a figuras divinas para controlar, preservar y ganar poder. Al mismo tiempo, también es cierto que algunas doctrinas probablemente surgieron de intentos sinceros de responder a grandes preguntas existenciales, y solo después se formalizaron en instituciones. Si bien la religión ha realizado grandes actos de valor neto para sus seguidores y la sociedad en general, esta contribución positiva claramente no es/fue universal ni garantizada (y también tenemos innumerables ejemplos de actos terribles cometidos en nombre de la religión).
En nuestra era actual, con amplio conocimiento sobre las religiones y su formación histórica, encuentro muy difícil seguir cualquier religión establecida. La evidencia de sus orígenes humanos es clara. Además, la idea —particularmente en las religiones abrahámicas— de que un Dios todopoderoso busca nuestra adoración me parece implausible. Un ser tan categóricamente diferente de nosotros, con inteligencia y poder más allá de nuestra comprensión, parece poco probable que sea tan vanidoso y egocéntrico. Además, problemas lógicos fundamentales (por ejemplo, la paradoja de Epicuro, el dilema de Eutifrón, etc) invalidan aún más esta posibilidad para mí.
Nada de esto significa que la religión no tenga valor (claramente lo tiene), y aunque la religión no es universalmente positiva para todos sus creyentes (algunas personas genuinamente sufren bajo marcos religiosos), muchos seguidores encuentran satisfacción, sabiduría, comunidad y un sentido de propósito que transforma sus vidas para mejor.
Personalmente, coloco la verdad epistémica en lo alto de mi lista de valores, por lo que seguir una religión que parece lógicamente defectuosa entra en conflicto con mi brújula interna. Dicho esto, permanezco completamente agnóstico sobre la existencia de un Dios fuera del marco de las religiones inventadas por los humanos.
Finalmente, creo que trabajar juntos a pesar de las diferentes visiones religiosas es esencial para el progreso de la humanidad. Enfrentamos desafíos prácticos que nos afectan a todos en el aquí y ahora, independientemente de nuestras creencias espirituales. Exista o no Dios, nuestra única verdad verificable es el mundo compartido que habitamos. Esa verdad exige cooperación.